sábado, 2 de julio de 2011

ES MEJOR NO OLVIDAR ALGUNAS VECES…

ES MEJOR NO OLVIDAR ALGUNAS VECES…





Los seres humanos tendemos, con mucha frecuencia, a olvidar lo que nos ha pasado. Dicen los psicólogos que es una defensa que posee nuestro cerebro para sobrevivir a las grandes pérdidas,  a las experiencias traumáticas. Así es, de lo contrario nos enloquecería el dolor. Tenemos pues, una enorme capacidad para soportar muchas más cosas de las que creemos gracias, precisamente, a esa capacidad de olvidar.

De la misma manera, tendemos a acostumbrarnos a lo cotidiano, a lo que vemos todos los días. Perdemos continuamente nuestra capacidad de ver y admirar. Nos acostumbramos a ser felices, a vivir saludablemente y hasta ver la belleza, lo extraordinario, como algo sin importancia. Esta capacidad de olvido puede ayudar muchas veces a nuestro instinto de supervivencia, pero resulta perjudicial cuando se trata de  recordar las lecciones que nos da la vida.

Yo, por mi parte, he decidido entrenarme en no olvidar lo aprendido, en recordar siempre  la superación de todos los obstáculos que ha puesto frente a mí la vida. También me he prometido no acostumbrarme jamás a la belleza, a lo extraordinario en lo cotidiano. Quiero defender y mantener intacta mi capacidad de asombro.

Es por eso que -al contrario de la mayoría de la gente- me gusta volver cada determinado tiempo al hospital donde me devolvieron la vida. Fue hace tres años, en un verano tórrido como el que ahora golpea mi ventana y si no fuera por los chequeos que debo hacerme tres veces al año, hace tiempo que habría olvidado todo lo que la enfermedad me enseñó.

Es por eso que, cuando llega cada una de la citas anuales con los médicos y vuelvo al hospital a recorrer los pasillos que un día se me hicieron interminables, las escaleras donde aprendí a caminar de nuevo, el laboratorio en el que un día vi extinguirse el futuro bajo el peso de tantas transfusiones o la puerta de la U.C.I (Unidad de Cuidados Intensivos) en la que volví a abrir los ojos bajo este nuevo cielo y otro nacimiento, no puedo dejar de recordar lo pasado y volver a sentir la fuerza, la voluntad que descubrí en mi cuando tuve que plantarle cara a la muerte.

Volver al hospital, sentirme sana bajo el sol de este nuevo verano y enfrentarme a esas otras imágenes de mi, las de la absoluta dependencia, las de la moribunda, las de la lista de espera, me hace valorar aún más lo conquistado, los miedos derrotados, la fuerza recobrada.

Son muchas las lecciones aprendidas y si no volviera a estas citas anuales me ganaría la soberbia cotidiana de quien se acostumbra a saberse sano, olvidaría la precariedad de la vida, la humildad con que debemos vivir cada segundo arrancado al tiempo. Si no volviera, perdería la batalla frente a los problemas cotidianos, cambiaría la perspectiva y volvería a preocuparme –absurdamente- por las más anodinas pequeñeces.

Definitivamente, es mejor no olvidar algunas veces…



Granada, Julio de 2011.

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